viernes, 18 de mayo de 2007

EL CORRAL DE SAN PEDRO

Este texto lo escribió un alumno de mi padre y gran pintor, Santiago del Campo, que lo visitaba con cierta asiduidad:

“Se llegaba a su estudio por una escalera empinada estrecha y larga, atrás quedaba la plaza del Cristo de Burgos, la de los magnolios, el mirador del aceite y la torre de San Pedro, el interior umbrío, lejos del hormigueo de la calle llamábamos y acudía don Miguel que siempre estaba solo, como un anacoreta, un pequeño vestíbulo y el taller, grande, recatado y calmo, su ventana, apaisada, daba una luz como cansada de tejados, murmullos de patinillo y aleteo de vencejos, (que bonito), sobre una viga jácena pais-pais, soplillos y abanicos de papel, de la pared colgaban instrumentos de tripa marroquíes y otros de tañer y los cuadros, un paisaje de las Alpujarras con pinceladas de azul vibrante en las sombras de las crestas graníticas lejanas, el retrato de un joven negro de la base americana con camiseta a rayas, la carpeta a medio abrir con apuntes en color de niños, los de la plaza de San Pedro, que cuando le posaban algún otro preguntaba ¿yo salgo? En todos la proporción exacta, el gesto vivo, los pintaba con óleo y gasolina, las pinceladas eran como pepitas de melón secadas por la cartulina caliza, en el vestíbulo había un cuadro grande, urbano, de formas aristadas, era ejemplo de rigor, honradez y trabajo, trajo también la información de nuestro tiempo, por eso la Sevilla oficial no le recibió bien, que hombres así suelen aguar la fiesta, tenía unas carpetas con reproducciones de cuadros, recortadas de revistas y reunidas por autor, montadas primorosamente, impolutas, las pasaba muy despacio, con unción, a cada una proponía una meditación en vilo, así conocí a Piero della Francesca, a Derain, que pintaba la tersura del mar en calma, a Vlaminck, a Demair, a Zabaleta”


Espero que os traiga olores y recuerdos de vuestra infancia.

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