lunes, 22 de diciembre de 2008

CELEBRACIÓN DE LA NAVIDAD


Miguel Pérez Aguilera siempre disfrutó haciendo sus cristmas de Navidad, con los que se acercaba a su dispersa familia y a aquellos amigos o antiguos alumnos que vivían en otras ciudades. En algunos casos era casi el único contacto que tenía con ellos a lo largo del año. Algunos los consevan enmarcados en las paredes de sus casas, y los esperaban deseosos de aumentar su colección. Muchos pintores le correspondían con sus propias creaciones, haciendo un verdadero intercambio de arte navideño que algún día tendremos que exponer.



Dibujaba cerca de sesenta, todos diferentes, arrastrando un palillo de dientes cargado de tinta sobre la cartulina, con un dibujo rápido, para luego darle unos toques de tinta muy aguada que le dieran volumen al dibujo o pegarle trocitos de papel. Todos los años decía que era el último que lo hacía, por el trabajo que acarreaba, pero al año siguiente estaba ya por el mes de noviembre haciendo bocetos.



Cada año el tema era diferente. Un año fueron unos niños manifestándose tras una pancarta para pedir "saber, amor, gozo y paz" o "felicidad"; otro eran unos gatos perezosos dormitando en diferentes posturas. Un año que a mi abuelo, su suegro, le regalaron un pavo éste sirvió de modelo improvisado para unos collages, en los que la cola era una vidriera de la Catedral de Chartres. Final glorioso para el pavo, que además de servir de cena, paseó su estampa por muchas ciudades de España. Casi siempre eran niños, niños que jugaban a piola con logotipos en sus camisetas recortados de revistas, o jugando un partido de fútbol, o niños pastoreando una piara de pavos. Para los que enviaba por correo hacía unos más pequeñitos, del tamaño de los sobres, y para nosotras, sus hijas, y algún amigo íntimo eran unas tiras largas.

Cuando murió decidimos seguir con su costumbre y con su lista de direcciones, aunque aquellos originales salidos de su ingenio y de su mano han sido sustituidos por reproducciones de imprenta de las tiras largas que nos hacía a nosotras.

También nosotras decimos cada año que será el último, pero su recuerdo, sentado en la mesa de camilla rodeado de aquellos cristmas y escribiendo los sobres con tanta ilusión, puede más que nuestra pereza, y el deseo de que su firma siga llegando a todos aquellos que lo quisieron en vida nos da ánimos para seguir con aquella gozosa tarea que tanto le gustaba.


Los nuevos medios nos permiten también felicitarlos desde aquí, así que en su nombre y en el nuestro:

¡FELICIDADES A TODOS!